COSTARRICENSES:
La paz, esa paz venturosa que unida a vuestra laboriosa perseverancia, ha aumentado tanto nuestro crédito riqueza y felicidad, está pérfidamente amenazada:
Una gavilla de advenedizos, escoria de todos los pueblos, condenados por la justicia de la Unión Americana, no encontrando ya donde hoy están con qué saciar su voracidad, proyectan invadir a Costa Rica para buscar en nuestras esposas e hijas, en nuestras casas y haciendas, goces a sus feroces pasiones, alimento a su desenfrenada codicia.
¿Necesitaré pintaros los terribles males que de aguardar fríamente tan bárbara invasión pueden resultaros?
No: vosotros los comprendéis; vosotros sabéis bien que puede esperarse de esa horda de aventureros apóstatas de su patria; vosotros conocéis vuestro deber.
Alerta, pues, costarricenses! No interrumpáis vuestras nobles faenas, pero preparad vuestras armas.
Yo velo por vosotros; bien convencido de que en el instante del peligro, apenas retumbe el primer cañonazo de alarma, todos, todos os reuniréis en torno mío bajo nuestro libre pabellón nacional.
Aquí no encontrarán jamás los invasores partido, espías ni traidores. iAy del nacional o extranjero que intente seducir la inocencia, fomentar discordias, o vendernos!. Aquí no encontraran más que hermanos, verdaderos hermanos, resueltos irrevocablemente a defender la patria como a la santa madre de todo cuanto aman, y a exterminar hasta el último de sus enemigos.
Juan Rafael Mora
San José, noviembre 20 de 1855.